domingo, 24 de mayo de 2015

¿CUAL ES EL MEJOR MOMENTO PARA QUE MIS HIJOS TENGAN MÓVIL? (2ª parte)

Quiero compartir con vosotros la aportación de un amigo experto y con mucha experiencia.

A ver si atino a dar una aportación útil. En general coincido con tu comentario y sólo expondré algunas experiencias complementarias.
No cabe duda de que el móvil es un instrumento sensacional que facilita mucho la vida profesional, familiar y las  relaciones sociales y de amistad. Pero al mismo tiempo, todos percibimos que también es fácil que nos haga perder el tiempo, incomunicarlos con los que tenemos a nuestro lado, dispersarnos en multitud de temas que "nos entran", chatear de modo frívolo (e incluso grosero). También conocemos lo fácil que es meterse (con 5 toques) en páginas que, espiritualmente, nos harían un daño grave a nosotros y a nuestra familia. Por lo tanto, opino que el móvil es estupendo, para niños y adultos, si se tiene bien formado el criterio y la fuerza de voluntad necesaria para hacer un uso adecuado de él.

Y ¿cuál es la edad a la que se tiene formado el criterio y una fuerza de voluntad suficiente? Esa es la cuestión - que diría Descartes -. Hay personas que nunca llegan a esa edad, pues no es solo cosa de la edad. Pero está claro que un niño tiene más dificultades de criterio y de fuerza en la voluntad.

Comento algunas peculiaridades que el móvil puede tener con un niño o joven:
1.       Iniciar sus relaciones con amigos de modo indirecto (a través del móvil) y no directamente (cara a cara); creo que esto es muy importante especialmente en el inicio de esas relaciones.
2.       El móvil puede distorsionar la esencia de la amistad: se confunden "contactos" con "amigos"
3.       Se puede crear, demasiado pronto, una privacidad en las relaciones, fuera del conocimiento de sus padres; de este modo se impide el tan necesario consejo de los padres sobre esas relaciones.
4.       El móvil también sitúa al niño en un rol de adulto: "ejecutivos de 12 años" Yo creo que un niño debe de pasar por todas las fases de su desarrollo, sin saltarse ni anticipar ninguna fase. Menos chatear y más jugar como siempre.
5.       Para el estudio, de hecho, el móvil produce mucha dispersión: si lo tiene junto a él está pendiente de las "entradas" que hay; y si se le retira puede ocasionar enfados y roces con los padres o cuidadores.
6.  ¿Existe la posibilidad de móviles básicos de comunicación con números determinados? Creo que sí, pero solo la utilizaría en los días o circunstancias en las que es necesaria esa comunicación continua y directa. 
7.       El niño tiene una gran curiosidad y el móvil le permite satisfacerla sin control y prácticamente sin ningún filtro que la vaya adecuando a su capacidad. El daño que este tema le puede hacer es muy grande y dejar secuelas durante mucho tiempo.    


En la mayoría de los colegios no permiten el uso del móvil en los niños. En mi colegio no se permite a ningún alumno (aunque se hace algo la vista gorda con los de Bachillerato).
En las familias no se pueden dar reglas fijas desde el exterior de ellas. Yo, en general, aconsejaría lo siguiente:
1.       No se tiene móvil hasta iniciar 1º de Bachillerato. Habría que saber transmitir al hijo que eso lo hacemos porque es lo mejor para él, que no le importe ser, en eso, distinto de la mayoría, que tenga personalidad y que se fíe de vosotros.
2.       En el verano anterior a 1º de Bachillerato, comprarle un móvil y darle un cursillo completo de su utilización, de sus ventajas y de sus peligros y adicción.

3.       En el comienzo del curso, sabría manejar el móvil como sus compañeros, pero con más capacidad de usarlo adecuadamente.    

sábado, 16 de mayo de 2015

CÓMO Y CUÁNDO RESPETAR LA INTIMIDAD DE NUESTROS HIJOS

Pues sí, nuestros hijos tienen derecho a la intimidad, y más la necesitan a medida que son más mayores. Poniéndonos en situación, está claro que con un niño de 3 años este tema no será tan importante como con uno de 15. Aun así, un niño de 3-4 años empezará a tener sus juguetes favoritos, esos que siempre se lleva a casa de la abuela. Esos juguetes seguramente los dejará habitualmente en el mismo sitio, en el mismo cajón. Pues ese cajón empieza a formar parte de la intimidad de nuestro hijo. ¿Significa que no podemos abrirlo? Claro que podemos abrirlo, sin embargo debemos evitar cambiar su esencia sin que él lo sepa. Es decir, imaginemos que necesitamos ese cajón para guardar otras cosas y necesitamos cambiar de sitio sus juguetes. Con 3-6 años no pasa nada si cambiamos los juguetes y no le decimos nada, pero estaremos empezando a enseñar qué es el respeto por la intimidad de los demás si hacemos lo contrario. “Pablo, necesito este cajón, ¿puedes por favor poner tus juguetes en otros sitio?”. Pablo se sentirá respetado y su cajón de juguetes tendrá mucho más valor a partir de ahora que sus padres lo respetan. Ni que decir tiene, queda descartado el famoso artículo 33, que dice: “cambio los juguetes aunque no le guste, porque soy su padre/madre y aquí se hace lo que yo diga, y necesito ese cajón. Ya los pondrá en otra parte”.




¿Qué pasa más adelante? A partir de los 8 años, los niños empiezan a tener secretos, si es que se puede llamar así con esa edad. Nosotros, como personas adultas que somos, no debemos/podemos infravalorar esos “secretos”. Por lo tanto, deberemos estar atentos para observar qué es lo que nuestro hijo guarda y cómo lo guarda. Sus pequeños tesoros. Es cuando nosotros como padres, debemos conocer qué es lo que nuestro hijo guarda, como parte de nuestra preocupación por él. Pero con mucha mano izquierda. Es decir, si queremos saber qué guarda nuestro hijo de 10 años, deberemos preguntarle. Si decidimos abrir SU cajón, siempre procuraremos que nuestra pequeña incursión pase totalmente desapercibida. Si encontráramos algo que no tiene nuestra aprobación haciendo esa incursión, NUNCA iremos a decirle: ¿Qué es esto que he encontrado en tu cajón? Si lo hacemos así habremos empezado a romper la confianza que nuestro hijo pueda tener en nosotros. Nuestros hijos tienen que poder confiar en nosotros. Deben confiar en que nosotros no vamos a inspeccionar sus cajones. ¿Qué haríais vosotros si alguien os hiciera eso? A mí por lo menos lo que me provoca es esconderme en mi caparazón como una tortuga, para protegerme. No salgo al exterior porque en cualquier momento alguien puede invadir mi intimidad. 



El tema da para mucho más. Pero no quiero dejar de hablar de Facebook. Hace 15-20 años os diría que no podemos levantar el teléfono del salón mientras nuestro hijo habla en el cuarto. Ahora mismo la situación es distinta, y hay mucho, muchísimo peligro. Pero no podemos llamar a ningún amigo informático para que se meta en la cuenta de nuestro hijo para saber qué hace. Es lo más fácil y el camino más corto, pero no es el camino. Deberemos tener nuestra cuenta de Facebook y que nuestro hijo sea uno de nuestros amigos. Es difícil, y costará mucho esfuerzo conseguirlo, pero contamos con la confianza que hemos estado construyendo entre nuestros hijos y nosotros desde pequeñito. Sabe que puede confiar en nosotros, y sabemos que no tiene nada que esconder.