martes, 29 de diciembre de 2015

Caprichos: Aunque podamos, no debemos.

     Hace poco leí una publicación de una de las personas más influyentes de esta década a nivel mundial. No diré quién es para no dar pie a prejuicios y que el mensaje llegue claro. El texto hacía mención al exceso de dedicación que tenemos con nuestros hijos. Cuando digo exceso, quiere decir eso mismo, cantidad excesiva, demasiada, es decir, un cantidad que al superar la medida necesaria, lo hace en tal grado  que perjudica y tiene efectos contrarios a los esperados. Es decir, siempre nos hemos quejado de que nuestros padres no nos preguntaban ni se interesaban lo suficiente por nuestras cosas diarias (opinión subjetiva, por cierto), y siempre hacemos alusión a los efectos negativos de una falta de atención y dedicación hacia nuestros hijos. Me gustaría que nos preguntásemos ahora mismo, ¿le doy a mi hijo lo que necesita o más de lo que necesita? Si le doy más, ¿ese exceso que le estoy dando le está beneficiando o perjudicando? Pensadlo bien. En nuestra responsabilidad como padres, debemos estar vigilantes, y no sólo poner el corazón a la hora de educar.


     Permitidme que os cuente un caso personal que se suele dar. A comienzo de curso llega el momento de ir a por las zapatillas de deporte para el cole. Y nos encontramos con la siguiente situación: tu hijo ha estado todo el camino ansioso porque va a tener “zapatos nuevos”; te empieza a hacer la lista de las zapatillas que llevan todos sus amigos del cole, a los que va a ver todos los días y va a jugar con ellos; le dice lo mucho que le gustan las amarillas fosforito de “La Marca”, etc. Y te presentas en la tienda delante de todo ese muestrario de zapatillas que abarcan precios desde los 15€ a los 49€. Gracias a Dios, los ingresos familiares nos permiten optar, no sin esfuerzo, tanto a las de 15 como a las de 49. Mi hijo me pide las de 45€, sabiendo que las de 49 son las más caras y sabe que le voy a decir que no. Y empieza el vaivén de pensamientos en mi cabeza: “quiero lo mejor para mi hijo, y estas zapatillas tienen una mejor amortiguación para su pie”, o “¿cómo voy a dejar que mi hijo vaya con unas zapatillas baratas al cole si TODOS sus amigos llevan las mejores?”, o “con lo mal que yo lo pasé porque mis padres nunca me podían comprar las zapatillas que yo quería, no quiero que lo pase mal”, etc., etc., etc.

     

     Espero que os hayáis dado cuenta de lo que quiero mostraros: aunque la zapatilla de 49€ no afecte a nuestra estabilidad económica, ¿estamos educando bien a nuestro hijo comprándole la mejor zapatilla? Aunque podamos, no siempre debemos. Esta frase seguro que la ponéis en práctica a menudo para vosotros mismos. Intentamos vivir sin excesos para no afectar a nuestra economía familiar, pero ¿por qué sus caprichos sí pueden afectarla? ¿Por qué vamos a hacer una excepción con nuestros hijos? Hacedlo por  ellos y por vosotros. Os lo agradecerán en el futuro, aunque ahora no lo entiendan.


miércoles, 25 de noviembre de 2015

DECÁLOGO PARA FORMAR UN HIJO DELINCUENTE

Acabo de leer en el blog de Emilio Calatayud, Juez de menores de Granada, este decálogo y no he podido dejar pasar la oportunidad de compartirlo. No puede estar más acertado. Espero que os guste.
1. Comience desde la infancia dando a su hijo todo lo que pida. Así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece.

2. No se preocupe por su educación ética o espiritual. Espere a que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente.
3. Cuando diga palabrotas, festéjelas. Esto lo animará a hacer cosas más graciosas
4. No le regañe ni le diga que está mal algo de lo que hace. Podría crearle complejos de culpabilidad
5. Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, ropa, juguetes. Así se acostumbrará a cargar la responsabilidad sobre los demás.
6. Déjele leer todo lo que caiga en sus manos. Cuide de que sus platos, cubiertos y vasos estén esterilizados, pero no de que su mente se llene de basura.
7. Riña a menudo con su cónyuge en presencia del niño, así a él no le dolerá demasiado el día en que la familia, quizá por su propia conducta, quede destrozada para siempre.
8. Dele todo el dinero que quiera gastar. No vaya a sospechar que para disponer del mismo es necesario trabajar.
9. Satisfaga todos sus deseos, apetitos, comodidades y placeres. El sacrificio y la austeridad podrían producirle frustraciones.
10. Póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con sus profesores y vecinos. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra su hijo y que de verdad quieren fastidiarlo.


Emilio Calatayud es Juez de Menores de Granada, España, conocido por la imposición de sentencias curiosas, ejemplares y basadas en la educación más que en el mero castigo.

domingo, 20 de septiembre de 2015

ESTA PELÍCULA NO ES PARA NIÑOS

      Tras un pequeño descanso durante la jornada de verano, volvemos a nuestras reflexiones.

         Ya ha empezado el cole. Algunos padres tenían más ganas que otros, aunque no es el tema que me gustaría tratar hoy.
          El otro día, al llegar mi hijo del cole, me dice que su amigo ha visto una película el fin de semana, y que quiere verla. Yo ya había visto esa película hace tiempo, pero no recordaba que fuera para un público infantil, es decir, en torno a los 7 años. Por tanto, fui a buscar el título de la película para ver la calificación por edades. Efectivamente me encuentro con que la película tenía una calificación no apta para menores de 12 años.  Le dije a mi hijo que esa película no la podía ver porque era para niños mayores de 12 años. Intentó convencerme, pidiéndomelo por favor, etc. Pero, aunque me costó (ya que no es una situación agradable ver a tu hijo pidiéndote algo y tener que decirle que no), acabó entendiendo, al menos respetando, que no íbamos a ver esa película. Intentando compensarle, y a la vez premiarle por no enfadarse, hemos visto una película de “las de papá”, que no son aptas para menores de 7 años, y que podíamos ver sin problema, pero que a él le ha hecho ilusión extra por ver una película de las que están en la estantería de papá (las tengo especial cariño, no porque tenga que esconder nada).

       A parte de ilusiones, y recompensas, hay algo en lo que no puedo dejar de pensar: en ese amigo de mi hijo que vio la película. No quiero entrar a debatir si un niño de 6 años puede tener la madurez de un niño de 7 o de 8. Es posible. O no, no lo sé. Lo que sí sé, es que hay que tener un cuidado exquisito, con lo que ven nuestros hijos. Todos hemos tenido experiencias de niños que han marcado nuestra vida de mayores, ya sea con un padre muy estricto, una separación, una muerte temprana de alguien cercano, etc. Esas circunstancias no son evitables, y es la vida la que nos marca esas pautas. Pero, no podemos ni debemos permitir que nuestro hijo vea imágenes o escuche películas que alteran su sensibilidad de niños, que es lo que son. Ninguno de nosotros sabemos con exactitud las repercusiones que puede tener, por lo tanto tampoco sabemos el daño que les puede provocar (aunque hay numerosos estudios sobre este tema). Es nuestra responsabilidad, como madres y padres, no sólo no hacer nada que pueda dañar a nuestros hijos, sino evitarlo a toda costa.


       Puede que nos encontremos en la situación en la que queramos ver una película en el cine no apta para menores y que no podamos dejar a nuestros hijos con alguien para ir a verla. En ese caso, tendremos que esperar, y verla en otro momento. ¿O acaso es más importante un estreno en el cine que nuestro hijo?
       Nuestros hijos dependen de nosotros. Aunque no entiendan algunas de las cosas que hacemos por su educación, debemos cumplir con nuestra responsabilidad. Confían en nosotros, aunque ellos no lo sepan.

sábado, 20 de junio de 2015

CONSEJOS PARA SOBREVIVIR (DISFRUTAR) ESTE VERANO

     El viernes pasado la mayoría de nosotros recogíamos a nuestros hijos. Se podía leer en sus caras una desbordante alegría porque el cole se acababa. Sin embargo, también se podía leer en las caras de los padres que allí estábamos algo como: “madre mía…” ; “Ahora cómo los entretengo por las tardes sin deberes…”; “vaya verano que me espera…”. Esta es nuestra primera reacción como humanos que somos, pero si algo nos diferencia de los animales ante estas reacciones, es la de gestionarlas. Aplicamos la inteligencia y como siempre el sentido común, y decimos: “Hay que hacer lo que haga falta para tener controlada la situación… y a nuestros hijos, claro está”.

     Durante el curso han estado con un horario que lo marcaba el colegio, las clases, las prisas de los papás en llegar a trabajar por las mañanas… Pues intentemos tener una serie de sencillos hitos para gestionar con éxito nuestro verano y el de nuestros hijos.

     Lo primero, un calendario del verano. Escribamos en un A3 un calendario con los meses de junio, Julio, Agosto y Septiembre. Marquemos la semana o semanas vamos a estar en la playa o en el pueblo. Después hagamos una lista de planes para el verano. Será importante que nuestros hijos participen. Qué planes les gustaría hacer, dónde les gustaría ir, etc. Los iremos colocando en unos días concretos y que estén libres. Ya tenemos una visión global del verano.

     Segundo, un horario. “Jo, papá, que estamos de vacaciones…”. No se trata de fichar en casa como en el trabajo. Se trata de poner un poco de orden para ayudar a nuestros hijos a gestionarse a sí mismos.



- Hora de levantarse. El hecho de estar en verano no significa poder hacer lo que nos da la gana. Por eso, lo primero y más importante es tener una hora prevista para levantarse. Una hora poco exigente, pero que requiera esfuerzo. Es decir, las 10 de la mañana no tiene mucho sentido, al igual que las 8 de la mañana tampoco. Pero algo intermedio estaría muy bien.

- Después de desayunar es el momento en que la pereza se apodera de nuestros hijos (y de mí, por lo menos). Es muy bueno, casi necesario, que nuestros hijos tengan un encargo, un campo de responsabilidades en casa, que irá desde cortar el césped, hacer la compra, reponer el papel del baño, etc. No se trata de que “trabajen” en casa. Se trata de tener unas responsabilidades que les lleve una hora diaria, aproximadamente. 

- Como decía mi abuela, “Con la satisfacción del trabajo hecho” es entonces cuando es momento de bajar a la piscina, bajar a la calle, al jardín, tocar un rato la guitarra, o ver un rato la tele.

- La hora de comer. Que haya una hora definida y se mantenga. Ayudará a que comáis todos juntos, y eso siempre tiene beneficios. 

- Un rato de lectura. Serán 5 minutos, o 30, depende de la edad. No perdamos esta buena costumbre. Todos los días. Los beneficios son incalculables.

- Aquellos que tengan que estudiar en verano, pues que sea siempre a la misma hora, y el mismo tiempo. Y los que no, no está de más que trabajen un rato unas operaciones, o lo que sea. Hay cuadernos de verano, los de siempre. Y ya no digamos aplicaciones para móvil o Tablet. 

- Al igual que hay una hora para levantarse, debe haber una hora para acostarse.

     Los horarios en esta época no son reglas indiscutibles. Ni que decir tiene, que el día que vamos a casa de los abuelos a cenar, o cuando vienen los amigos, nos acostaremos más tarde todos. Eso son excepciones, pero no puede ser lo normal.



     A algunos les parecerá exagerado, pero lo único que estamos haciendo es marcar el camino a nuestros hijos, y ayudarles a recorrerlo. Como regla general, nuestros hijos no pueden levantarse a la hora cristiana (cuando Dios quiera) todos los días. Hagamos que nuestros hijos se esfuercen, hagamos de ellos un edificio fuerte y resistente. No hagamos de ellos un edificio de paja, y que cuando venga el lobo y sople, o si viene una brisa de verano, se lleve a nuestros hijos porque no hemos hecho que se esfuercen por nada. Nuestro esfuerzo y su esfuerzo, tendrá recompensa. Seguro.


domingo, 24 de mayo de 2015

¿CUAL ES EL MEJOR MOMENTO PARA QUE MIS HIJOS TENGAN MÓVIL? (2ª parte)

Quiero compartir con vosotros la aportación de un amigo experto y con mucha experiencia.

A ver si atino a dar una aportación útil. En general coincido con tu comentario y sólo expondré algunas experiencias complementarias.
No cabe duda de que el móvil es un instrumento sensacional que facilita mucho la vida profesional, familiar y las  relaciones sociales y de amistad. Pero al mismo tiempo, todos percibimos que también es fácil que nos haga perder el tiempo, incomunicarlos con los que tenemos a nuestro lado, dispersarnos en multitud de temas que "nos entran", chatear de modo frívolo (e incluso grosero). También conocemos lo fácil que es meterse (con 5 toques) en páginas que, espiritualmente, nos harían un daño grave a nosotros y a nuestra familia. Por lo tanto, opino que el móvil es estupendo, para niños y adultos, si se tiene bien formado el criterio y la fuerza de voluntad necesaria para hacer un uso adecuado de él.

Y ¿cuál es la edad a la que se tiene formado el criterio y una fuerza de voluntad suficiente? Esa es la cuestión - que diría Descartes -. Hay personas que nunca llegan a esa edad, pues no es solo cosa de la edad. Pero está claro que un niño tiene más dificultades de criterio y de fuerza en la voluntad.

Comento algunas peculiaridades que el móvil puede tener con un niño o joven:
1.       Iniciar sus relaciones con amigos de modo indirecto (a través del móvil) y no directamente (cara a cara); creo que esto es muy importante especialmente en el inicio de esas relaciones.
2.       El móvil puede distorsionar la esencia de la amistad: se confunden "contactos" con "amigos"
3.       Se puede crear, demasiado pronto, una privacidad en las relaciones, fuera del conocimiento de sus padres; de este modo se impide el tan necesario consejo de los padres sobre esas relaciones.
4.       El móvil también sitúa al niño en un rol de adulto: "ejecutivos de 12 años" Yo creo que un niño debe de pasar por todas las fases de su desarrollo, sin saltarse ni anticipar ninguna fase. Menos chatear y más jugar como siempre.
5.       Para el estudio, de hecho, el móvil produce mucha dispersión: si lo tiene junto a él está pendiente de las "entradas" que hay; y si se le retira puede ocasionar enfados y roces con los padres o cuidadores.
6.  ¿Existe la posibilidad de móviles básicos de comunicación con números determinados? Creo que sí, pero solo la utilizaría en los días o circunstancias en las que es necesaria esa comunicación continua y directa. 
7.       El niño tiene una gran curiosidad y el móvil le permite satisfacerla sin control y prácticamente sin ningún filtro que la vaya adecuando a su capacidad. El daño que este tema le puede hacer es muy grande y dejar secuelas durante mucho tiempo.    


En la mayoría de los colegios no permiten el uso del móvil en los niños. En mi colegio no se permite a ningún alumno (aunque se hace algo la vista gorda con los de Bachillerato).
En las familias no se pueden dar reglas fijas desde el exterior de ellas. Yo, en general, aconsejaría lo siguiente:
1.       No se tiene móvil hasta iniciar 1º de Bachillerato. Habría que saber transmitir al hijo que eso lo hacemos porque es lo mejor para él, que no le importe ser, en eso, distinto de la mayoría, que tenga personalidad y que se fíe de vosotros.
2.       En el verano anterior a 1º de Bachillerato, comprarle un móvil y darle un cursillo completo de su utilización, de sus ventajas y de sus peligros y adicción.

3.       En el comienzo del curso, sabría manejar el móvil como sus compañeros, pero con más capacidad de usarlo adecuadamente.    

sábado, 16 de mayo de 2015

CÓMO Y CUÁNDO RESPETAR LA INTIMIDAD DE NUESTROS HIJOS

Pues sí, nuestros hijos tienen derecho a la intimidad, y más la necesitan a medida que son más mayores. Poniéndonos en situación, está claro que con un niño de 3 años este tema no será tan importante como con uno de 15. Aun así, un niño de 3-4 años empezará a tener sus juguetes favoritos, esos que siempre se lleva a casa de la abuela. Esos juguetes seguramente los dejará habitualmente en el mismo sitio, en el mismo cajón. Pues ese cajón empieza a formar parte de la intimidad de nuestro hijo. ¿Significa que no podemos abrirlo? Claro que podemos abrirlo, sin embargo debemos evitar cambiar su esencia sin que él lo sepa. Es decir, imaginemos que necesitamos ese cajón para guardar otras cosas y necesitamos cambiar de sitio sus juguetes. Con 3-6 años no pasa nada si cambiamos los juguetes y no le decimos nada, pero estaremos empezando a enseñar qué es el respeto por la intimidad de los demás si hacemos lo contrario. “Pablo, necesito este cajón, ¿puedes por favor poner tus juguetes en otros sitio?”. Pablo se sentirá respetado y su cajón de juguetes tendrá mucho más valor a partir de ahora que sus padres lo respetan. Ni que decir tiene, queda descartado el famoso artículo 33, que dice: “cambio los juguetes aunque no le guste, porque soy su padre/madre y aquí se hace lo que yo diga, y necesito ese cajón. Ya los pondrá en otra parte”.




¿Qué pasa más adelante? A partir de los 8 años, los niños empiezan a tener secretos, si es que se puede llamar así con esa edad. Nosotros, como personas adultas que somos, no debemos/podemos infravalorar esos “secretos”. Por lo tanto, deberemos estar atentos para observar qué es lo que nuestro hijo guarda y cómo lo guarda. Sus pequeños tesoros. Es cuando nosotros como padres, debemos conocer qué es lo que nuestro hijo guarda, como parte de nuestra preocupación por él. Pero con mucha mano izquierda. Es decir, si queremos saber qué guarda nuestro hijo de 10 años, deberemos preguntarle. Si decidimos abrir SU cajón, siempre procuraremos que nuestra pequeña incursión pase totalmente desapercibida. Si encontráramos algo que no tiene nuestra aprobación haciendo esa incursión, NUNCA iremos a decirle: ¿Qué es esto que he encontrado en tu cajón? Si lo hacemos así habremos empezado a romper la confianza que nuestro hijo pueda tener en nosotros. Nuestros hijos tienen que poder confiar en nosotros. Deben confiar en que nosotros no vamos a inspeccionar sus cajones. ¿Qué haríais vosotros si alguien os hiciera eso? A mí por lo menos lo que me provoca es esconderme en mi caparazón como una tortuga, para protegerme. No salgo al exterior porque en cualquier momento alguien puede invadir mi intimidad. 



El tema da para mucho más. Pero no quiero dejar de hablar de Facebook. Hace 15-20 años os diría que no podemos levantar el teléfono del salón mientras nuestro hijo habla en el cuarto. Ahora mismo la situación es distinta, y hay mucho, muchísimo peligro. Pero no podemos llamar a ningún amigo informático para que se meta en la cuenta de nuestro hijo para saber qué hace. Es lo más fácil y el camino más corto, pero no es el camino. Deberemos tener nuestra cuenta de Facebook y que nuestro hijo sea uno de nuestros amigos. Es difícil, y costará mucho esfuerzo conseguirlo, pero contamos con la confianza que hemos estado construyendo entre nuestros hijos y nosotros desde pequeñito. Sabe que puede confiar en nosotros, y sabemos que no tiene nada que esconder.

domingo, 5 de abril de 2015

¿CUAL ES EL MEJOR MOMENTO PARA QUE MIS HIJOS TENGAN MÓVIL?

Me llama mucho la atención que niños, repito, niños cada vez más pequeños tengan móvil, e incluso Tableta propia, con conexión de datos incluida.


No podemos establecer un límite de edad como si de un problema matemático se tratara, pero intentaré analizar la situación utilizando como siempre, el sentido común.
Debemos tener en cuenta que los tiempos han cambiado, pero a la vez no podemos utilizar este argumento para justificar todo lo que hacemos con nuestros hijos. Debemos reflexionar si las decisiones que tomamos para nuestros hijos son lo mejor para ellos, corran los tiempos que corran. Quiero decir, que aunque “todo el mundo” haga algo, como comprar un móvil a su hijo, no debe ser un argumento para comprarle un móvil al nuestro.


Una primera regla general, un primer filtro que podríamos establecer por ejemplo en el caso del móvil sería la siguiente. ¿Es mi hijo un niño todavía? Por ejemplo, el otro día, celebrando un cumpleaños en una piscina de bolas, la hermana de un amigo de mi hijo, apareció por allí con su móvil y con su Tableta, ambos con conexión a Internet. Podría decir la edad que tenía, pero prefiero decir que no paraba de insistir a su madre para que la dejara pasar a la piscina de bolas. Pues a eso me refiero. Algo así debería de valer como motivo para saber que aún es una niña y no debería tener móvil. Lo mismo pasaría si le diera miedo dormir con la luz apagada, o si se hace pis en la cama, etc. No os lo toméis al pie de la letra y sed sinceros con vosotros y con vuestros hijos.
¿Por qué debemos asegurarnos de que ya no es un niño? Porque el móvil cuesta dinero (aunque sea antiguo) y es una responsabilidad, porque no sabemos a quién puede llamar, o no sabemos quién les puede llamar, porque si tiene Internet no sabemos en qué paginas puede entrar, o con quien puede chatear (eso siempre que nos importen algunos principios básicos que queramos transmitir a nuestros hijos). Y si lo que queremos es controlar a nuestro hijo o hija, existen otras alternativas. Por ejemplo hay móviles muy sencillos, sin posibilidad de conexión a Internet, que pueden ser un primer paso.

En general ,deberemos saber de antemano, siempre con cierto riesgo, que nuestro hijo tiene el grado de madurez suficiente para que haga un uso responsable del móvil. El otro día, había una madre con sus dos hijos buscando en la basura que ya habían tirado, porque creían haber tirado una consola de vídeo juegos de mano (mínimo 100 €) sin querer, claro está. Está claro que no nos demos cuenta, pero a veces les asignamos a nuestros hijos más responsabilidades de las que son capaces de responder, pero por la sencilla razón de que son sólo niños.
Por lo tanto, las nuevas tecnologías no son malas, ni muchísimo menos, pero hay que hacer buen uso de ellas y tener siempre el control sobre ellas haciendo un uso responsable, primero nosotros, y luego nuestros hijos, siguiendo nuestro ejemplo y siempre que estén preparados para ello.

Montaríais a caballo sin riendas? Pues de la misma manera vuestros hijos necesitan esas riendas para que les guiéis por el buen camino, al menos, para que sepan cual es el malo.

domingo, 15 de febrero de 2015

Hay que exigir a cada uno lo que cada uno puede dar. (El Principito)

Estoy leyendo el Principito, y no he podido evitar ponerme a escribir después de leer un pasaje, en el que el Principito visita el planeta del Rey, que aunque estaba sólo en su planeta, sabía muy bien lo que decía:

         “Quisiera ver una puesta de sol. (…) Ordenad al sol que se ponga”, dijo el Principito. Y el Rey contestó:  “Si ordenara a un general que volara de flor en flor como una mariposa o que escribiera una tragedia o que se transformara en ave acuática y el general no ejecutara la orden recibida, ¿quién de los dos estaría equivocado? (…) Hay que exigir a cada uno lo que cada uno puede dar. La autoridad se apoya sobre todo en la razón.”

Vaya, casi que podría dejar aquí de escribir, pero por si acaso, haré un par de aclaraciones a las dos últimas frases.

Lo primero: hay que exigir a cada uno lo que cada uno puede dar. Hay un ejemplo muy claro, y es el de las notas. Debemos poner objetivos a nuestros hijos adaptados a sus aptitudes. No podemos decirles que tienen que sacar sobresaliente, porque a los que pueden hacerlo, les irá fenomenal, pero al que no puede, se sentirá frustrado por no poder cumplir lo que su padre le está pidiendo, y por lo tanto, no podrá recibir la gratificación que su padre les ha puesto a él y a sus hermanos, porque sencillamente, no puede porque no tiene las aptitudes para ello. Por lo tanto, a lo mejor hay que exigir a unos el sobresaliente, pero a otros habrá que exigirles el notable, o el bien, o incluso el aprobar todas! Y lo más importante, deberemos alegrarnos exactamente igual por el que ha sacado todo sobresaliente, como el que ha aprobado todas, si ese era su objetivo.
Por otro lado, cuánta razón tenía este Rey, sabía que la autoridad se apoya sobre todo en la razón. No tendría sentido poner como objetivo el sobresaliente al que sólo puede sacar un Bien, pero de la misma manera, no podemos pedir a nuestros hijos pequeños (3-6 años) que se estén quietos, porque no tiene sentido, porque son niños, por la cantidad de energía que tienen, etc.
No tiene sentido exigir a nuestros hijos de 7 años que hagan la cama como la haríamos nosotros, sencillamente, no tienen los brazos tan largos como nosotros para poder hacerlo.
No tiene sentido pedirles a nuestros hijos, que mientras ordenan su habitación, pongan la mesa, y le pongan el chupete a su hermano. Nosotros somos adultos y quizá somos capaces, pero no nuestros hijos pequeños y les podemos volver locos.
No tiene sentido exigir a nuestros hijos recién levantados que tengan la misma agilidad y celeridad que nosotros, porque sencillamente, son niños con sueño. De la misma manera no tiene sentido que después de un viaje, una boda o evento familiar, les pidamos que hagan lo de siempre con la misma velocidad que siempre, porque si tú, adulto, estás cansado, ¿cómo no lo van a estarlo ellos? ¿no habrá que ayudarles hoy a ponerse el pijama y lavarse los dientes ya que el día ha sido muy duro?


No tiene sentido pedir a nuestros hijos que hagan los deberes igual de rápido que si los hiciéramos nosotros, porque ellos están aprendiendo, y tú ya te lo sabes. Tú eres adulto, él es niño. Tú tienes prisa porque tienes un montón de cosas que hacer, pero él todavía no tiene tantas cosas en la cabeza, porque, una vez más, os recuerdo que son sólo niños.

domingo, 11 de enero de 2015

¿Crees que darle un azote va a servir de algo?

Ya te digo yo que no, bueno sí, para desahogarte tú, pero voy a intentar explicártelo.

Lo primero que quiero decir es que dos de mis hijos son uno más tranquilo y el otro es incluso muy inquieto. Bien, pues al que es tranquilo nunca le he puesto la mano encima. Es obediente, bondadoso, con muchas ganas de hacer el bien, deportista, y ni un pelo de tonto. Al hablar del otro, “el inquieto”, no puedo decir lo mismo, ya que alguna vez algún azote le ha caído.  Os explico esto, porque visto ahora con perspectiva, habiendo ya pasado algunos años, y analizando las circunstancias que atravesábamos en ese momento, puedo decirte que mi hijo, “el inquieto” ahora no es ni mejor ni peor. Yo estaba nervioso. Él no dormía, y nosotros tampoco, con lo que el agotamiento nos hacía a todos tener los nervios a flor de piel.


Vosotros pensad una cosa, y es que un niño inquieto o nervioso, lo lógico es que sea así, o bien  porque nosotros somos así de nerviosos o porque él es así, sencillamente. Y lo que también está claro, os lo digo por experiencia, es que será muy difícil que nos preste atención, que nos haga caso, que no nos saque de quicio… Pero, ahora que estás tranquilo, ¿qué crees que es lo que mejor le vendrá a tu hijo para ser más tranquilo? Si estamos de acuerdo en que el estar o ser más nervioso le hace ser o estar como hemos dicho, ¿Cuál será por tanto la mejor manera de que nos preste atención, que nos escuche y haga caso? Pues está claro consiguiendo que él esté más tranquilo. Y ahora viene la pregunta del millón, ¿creéis que un azote ayudará a que sea más tranquilo y sereno… o más bien lo contrario? Desde luego, a mi hijo, el que llamaba de broma “el inquieto”, ahora es el más cariñoso de todos, le encanta hacer puzles y no levantarse hasta terminarlos, nos ayuda a cocinar y le encanta… (Podría seguir mucho más). ¿Qué cómo lo hemos hecho? Millones de besos, millones de abrazos, hablándole muy despacio, mucho,  utilizando el tono de voz más tranquilos que sepamos decir,… y un poco de paciencia, pero no mucha, os lo aseguro. Lo digo para animaros a todos los que creéis que no la tenéis. Tenéis más de la que creéis, y además no os va a hacer falta toda. Eso sí: nada de azotes.
Y para los que no opinan igual, a los que por supuesto respeto a ellos y su opinión, os hago una reflexión, si cada vez que vuestro hijo hace algo mal le dais un azote o una torta como primera medida, ¿cómo diferenciáis o le vais a hacer saber lo grave o menos grave que es lo que han hecho? ¿Pegando más fuerte o menos flojo? De verdad, ¿tiene sentido? No es de sentido común.

       Os pido a todos un favor, en nombre de vuestros hijos, y de vosotros mismos (aunque aún no lo sepáis): que el azote sea el último recurso. Dejadlo para cuando se os hayan acabado todas las alternativas, ya que con un poco de suerte, ya se habrá pasado el enfado, y sobre todo, el vuestro. Así estaréis más tranquilos, y pensaréis con claridad. Con suerte, tu hijo y tú os ahorraréis ese mal trago del azote, ¿o… es que vosotros no os sentís mal después de habérselo dado…?

viernes, 2 de enero de 2015

¿CUÁL ES EL SECRETO PARA QUE NUESTRO HIJO ESTÉ SEGURO Y TRANQUILO?

     El otro día fuimos a visitar unos amigos, que tienen hijos de la edad de los nuestros. Hablando con el mayor de sus amigos del cole, me dijo que los padres de un amigo de clase estaban separados. 

     Yo le pregunté si sabía que era eso, y me contestó que el papá vivía en una casa y la mamá en otra. Veo que lo tenía claro. Sin preguntarle a penas, como si estuviera deseando decirlo, me empezó a contar que su amigo se portaba fatal en clase, que los profesores le decían “¡No sé qué hacer contigo!”.  En un intento de que entendiera o intentara comprender por qué su amigo se portaba mal  en clase, empecé a decirle que había que querer mucho a su amigo entre todos sus amigos. Le explicaba que su amigo estaba triste y su manera de decírselo a todos era portándose mal y estando nervioso. Él me contestó que por que esté triste no significa que tenga que pegar y morder. Me contuve la risa, y cuando pude hablar le dije que tenía toda la razón.  De todas formas, no se quedó muy convencido, y me preguntó que por qué su amigo estaba triste, que no lo entendía. Entonces yo le pregunté, si le gustaría que su papá viviera en una casa y su mamá en otra. Él, con una cara de asombro y de susto, abriendo los ojos como platos y medio esbozando una sonrisa, en plan “¡Qué cosas estás diciendo! Pues claro que no…” Y le dije, pues por eso está triste tu amigo.
     Muchos de nosotros, papás y mamás, podemos pensar que estamos lejos de eso, y que es una exageración, o que no hay ningún riesgo de ese tipo, pero… ¿nos conformamos con eso? Es decir, si nuestro hijo se siente triste o inseguro si llegáramos a separarnos, ¿no creéis que para que nuestros hijos se sientan más seguros, estén más tranquilos y estén mucho más estables, habrá que quererse entre vosotros papás? A veces, nuestros hijos, tienen la mala suerte de que nos ven sólo cuando llegamos del trabajo, o el fin de semana, pero ¿nos ven nuestros hijos querernos? ¿Ven a sus padres darse un beso cuando llegan de casa o salen a la calle? ¿Nos ven darnos un abrazo de vez en cuando (debería ser casi todos los días)? ¿Os ven hablarnos con respeto y educación? ¿Nos ven siendo agradables entre nosotros, dándonos las gracias por favores, y pidiendo las cosas por favor, como nosotros les pedimos que hagan ellos?
      Una vez más, manda el sentido común, es decir, si queremos que nuestros hijos nos quieran, quieran a sus hermanos, nos hablen con educación a nosotros y a sus hermanos, pues que vean que sus padres lo hacen. Predicar con el ejemplo, o si lo preferís, no tirar por tierra con nuestro ejemplo, lo que le pedimos de palabra.