viernes, 6 de junio de 2014

No nos van a hacer más caso por gritar más

       ¿Piensas lo contrario? Voy a intentar convencerte.

     Seguro que todos recordamos a alguien en nuestra vida que nos ha invadido por su sabiduría, su manera de decir las cosas, su manera de explicarse, su manera de actuar… y seguro que todos tenemos un recuerdo agradable y bueno de esa persona. También recordaremos, haciendo un poco más de esfuerzo ya que nuestro cerebro habrá intentado borrar ese recuerdo, a esa persona que era todo lo contrario: te gritaba para que la hicieras caso, incluso alguna vez te daba un cachete, te lo decía de malas maneras, muy bruscamente. A los dos les hacías caso, pero ¿Cuál crees que ha sido la persona que más ha influido de las dos? ¿A cuál de esas dos te gustaría parecerte? ¿Cuál de las dos maneras de comunicación (hablaremos más adelante de manera más extensa de este tema) es la más efectiva para tu hijo? Está claro, pero voy a explicarlo.

     Estamos haciendo la comida y va acercándose la hora de poner la mesa. Desde la cocina llamas a tus hijos y les dices “¡Es la hora de comer, id poniendo la mesa!” Y como si se lo hubieras dicho a los azulejos. Vuelves a lanzar el mensaje, esta vez algo más alto y con cierto tono de comienzo de enfado. Y en la casa sigue sin moverse nadie. Total, que te enfadas del todo, dejas el cucharón (por si acaso, no vaya a ser que se te ocurre tirárselo a alguno) y vas hacia donde está cada uno lanzando improperios y amenazas en volumen más bien alto, lo que podría considerarse gritando. Tus hijos te hacen caso, claro (yo también lo haría lo que me pidieran en ese momento, os lo aseguro, con o sin cucharón en la mano), ¡por la cuenta que les trae!
     Os voy a pedir que intentéis una alternativa que os propongo a continuación. Mientras estás en la cocina y llega la hora de comer, deja el cucharón lo primero. Apaga el fuego o bájalo para que no se queme nada. Tranquilamente ve hacia donde están tus hijos y te pones a una altura donde puedan mirarte horizontalmente a la cara, y a continuación con voz pausada le dices: “Pedro: mírame que quiero decirte una cosa” Y esperas a que tu hijo te mire y te preste atención. En ese momento le dices: “Hijo, es hora de comer. Necesito que, por favor, vengas a ayudarme a poner la mesa mientras termino de hacer la comida” Ojo, sin que sea una pregunta. Pero esperas su confirmación con un “vale, voy” por ejemplo. Si está acabando algo será mejor que esperes con él a que acabe (no hay nada de malo en eso, no tiene que ser todo inmediato) unos segundos, no 15 minutos por supuesto. Y vas con él a la cocina dándole las gracias por ayudarte.

     Esto mismo es aplicable a cuando nos estamos yendo del parque (es mejor avisarle 5 minutos antes, para que se vaya haciendo la idea), o cuando hay que irse a la cama, o cuando hay que ponerse a hacer los deberes…
     El mensaje es que quiero que os deis cuenta de que son personitas, no son robots que al oír una instrucción, automáticamente dejan lo que están haciendo y ejecutan la orden. Pensadlo. ¿No creéis que a vosotros os pasaría igual?
Ya me contaréis.

1 comentario:

  1. Tengo que mejorar eso. Además ellos imitan lo que ven y da pavor pensar tan sólo en el ejemplo que podemos darles.

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